Obras destinadas para la lucha: Los anfiteatros

La palabra anfiteatro viene del griego amphiteatron que quiere decir dos teatros (amphi -dos- y theatros -teatro-), era un edifico público que servía para las luchas de gladiadores y de fieras. También se utilizaba para acoger espectáculos y juegos; en algún caso se utilizaron hasta para representar batallas navales con agua incluida llamadas naumachias.

Es de planta ovalada como consecuencia de la duplicación de dos teatros, uniéndolos por el escenario. Realmente no es así ya que la unión de dos plantas de teatro daría lugar a un circulo y no a un ovalo. Inicialmente el concepto partió de esa idea, siendo modificada para ampliar la zona de actuación, la arena.

Aparte de su función, la diferencia más importante entre un anfiteatro y un teatro romano clásico es que el anfiteatro es de forma circular u ovalada, mientras que el teatro es semicircular. También hay que diferenciar el anfiteatro del circo, que era utilizado para espectáculos de carreras y tenía forma de herradura.

La estructura de sustentación es igual que la de los teatros. En ocasiones parte de las gradas se apoya en una ladera, y el resto se apoya sobre una estructura de muros radiales y circulares abovedados. El exterior se compone generalmente de órdenes de pilares o columnas con arcos.

El anfiteatro se divide en dos zonas: la arena (escenario) y la cávea (graderío).

  • Arena: Es la zona oval donde se representan las peleas y actuaciones. Estaba rodeada por un muro (podium) que la separaba de la cávea. Se abrían diversas puertas que comunicaban con estancias que estaban debajo de la cávea y de allí salían los gladiadores a combatir. Debajo de la arena de los anfiteatros más importantes se encontraban algunos espacios destinados a la circulación y estancia de los animales llamada fossa bestiaria. Estaba cubierta por madera sobre la que se extendía la arena, quedando así una superficie uniforme.
  • Cávea: Presenta las características de la cávea de un teatro, pero tiene planta oval y está elevado en el podium. Primero se construyeron en piedra tallada, después se empezó a utilizar el hormigón y se pusieron arquerías y bóvedas. Generalmente se disponía de tres zonas que eran horizontales en altura: la imma cavea, la media cavea y la summa cavea.

Hablaremos un poco sobre dos de los anfiteatro más importantes pertenecientes a la época romana: El Coliseo (Anfiteatro Flavio, Roma) y el anfiteatro de Arles.

  • Coliseo de Roma: Su construcción comienza en los años 70 y 72 d. C. y su nombre actual le viene dado del Coloso de Nerón, una estatua que había cerca y que hoy en día no se conserva. Se edificó en gran parte sobre la Domus Aurea, rellenando el lago de Nerón de arena. Se terminó bajo el mandato del emperador Tito, en el año 80 d.C.

Este Coliseo llegó a tener un aforo de 50.000 personas con 80 filas de gradas. La importancia de los espectadores iba disminuyendo de abajo hacia arriba, estando en la parte inferior los más ricos y poderosos de Roma (el Emperador, los senadores, magistrados o sacerdotes). En el estrato superior estaban  los romanos más pobres, de un estatus social mucho más bajo que el resto.

Este Coliseo se inauguró en el 80 d. C. con una celebración que duró 100 días. Los últimos juegos en él se celebrarían en el siglo VI. Más tarde, este edificio tuvo varios usos, ya que fue refugio, fábrica y cantera; finalmente se usó como santuario cristiano, por lo que consiguió salvarse hasta el día de hoy, a pesar de que muchos de sus materiales estaban siendo utilizados para construir los nuevos edificios en la ciudad romana. En la actualidad ha sido restaurado en algunas partes y no se conserva la cubierta de madera perteneciente a la arena.

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  • Anfiteatro de Arles: Comienza a construirse en el siglo I d. C., poco después que el Coliseo en Roma, con el cual tiene muchas similitudes constructivas. Si bien su tamaño es más reducido y se debe considerar como uno de los grandes anfiteatros romanos, ya que en su interior cabían hasta 20.000 espectadores.

No obstante, no siempre ha sido un recinto para los espectáculos, ya que durante la Edad Media el anfiteatro romano de Arlés se transformó en fortaleza y en su interior se construyeron hasta 200 casas y hasta dos capillas para el culto religioso.

Tuvo que ser en el año 1825 cuando se decidió devolverle su aspecto original. Y fue una rehabilitación que impulsó el escritor, historiador y arqueólogo Prosper Merimée; el monumento ha pasado a formar parte del listado de Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO, junto con otros restos romanos arlesianos como el Teatro antiguo o las Termas de Constantino.

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Obra romana para el espectáculo: los Teatros romanos

El teatro romano como representación escénica, tiene influencias de la tragedia y la comedia griegas. Las primeras representaciones se realizan desde el año 250 a. C., casi dos siglos antes que aparezca el primer edificio destinado al teatro. Por lo tanto se hacían en plena vía pública con improvisados escenarios de madera.

Existían principalmente dos tipos de funciones. Una más bien de culto, ya fuera en forma de comedia o de tragedia, que trataban de temas cotidianos y de la vida real en clave de enredo. El otro tipo de función se podría encuadrar en un ambiente más distendido, ya que se hacían representaciones de mimos con escenas cargadas de obscenidad e incluso con cierta propensión a la violencia. Sin olvidar la Atelana, un tipo de comedia donde cuatro personajes escondidos detrás de máscaras, llevaban a cabo un guión a base de golpes y caídas varias.

Los actores eran esclavos o bien libertos, muchos de ellos de procedencia oriental, los cuales trabajaban por mínimos salarios y viviendo en los umbrales de la pobreza. Aunque existieran contadas excepciones eran vistos como personajes vulgares, con una profesión menospreciada por el resto de las clases sociales.

En cambio los espectadores solían ser de las clases más pudientes, ya que la sociedad romana vivía en exceso de las apariencias. La diversión era una forma de demostrar el status social, esto será aprovechado por los dirigentes políticos, para atraerse el control de estas clases sociales más altas.

Algunos de los elementos característicos de estos teatros son los siguientes: La Cávea, la parte más reconocida en todos los teatros romanos actuales, en otras palabras un graderío en forma semicircular. Según Vitrubio se debían separar tres zonas, en la parte inferior, se acomodaría la aristocracia romana.  En el centro los plebeyos con estatuto de libertad. Por último en la zona superior, era el lugar  de las mujeres de estos últimos y  junto a ellas, los esclavos. El  Palpitum, este era el escenario de la actuación y su forma era rectangular y alargada. Y la Scaene, fondo de escenario dotado de gran monumentalidad, entre dos y tres pisos con columnas de diferentes órdenes arquitectónicos. Normalmente contaban con tres puertas por las que solían salir los actores a escena.

A continuación hablaré de alguno de los teatros romanos más significativos y que mejor han perdurado hasta la actualidad.

  • Teatro romano de Orange (Francia): El teatro romano de Orange es el mejor conservado de Europa; fue erigido a finales del siglo I a.C., durante el principado de Augusto. Contaba con unas medidas, en su fachada exterior, de 103m. de largo por 37m. de alto. El graderío, construido sobre la colina de San Eutropio, tenía capacidad para unos 7.000 espectadores. Su ubicación defensiva, a los pies de la colina, hizo que durante la Edad Media se utilizara como baluarte defensivo de la ciudad. En siglos posteriores mantuvo su utilidad como viviendas para la población. Esta continua utilización a lo largo de la Historia es lo que nos ha permitido conocer el teatro prácticamente idéntico a como lo veían los ciudadanos de la antigua Arausio (antigua ciudad romana de Orange). En el año 2006 se le añadió un techo de vidrio para proteger los muros y mejorar la iluminación de la escena.

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  • Teatro romano de Mérida: El cónsul romano Marco Agripa fue el principal promotor de su construcción, que se comenzó hacia en el año 16 a.C. De su primer diseño quedan la parte posterior de la escena y el graderío. Su diseño se basa, como casi todos los teatros romanos, en los modelos vitruvianos. Consta de un graderío semicircular para 5.800 personas dividido en tres alturas. Como era habitual en estas obras, se utilizó la ladera del monte San Albín para facilitar su construcción. Tiene un diámetro de casi 96 m. A estas gradas se accedía mediante 13 puertas; además de estas 13 puertas de acceso al graderío, tiene dos más para entrar en la escena, todas ellas con pasillos abovedados. Una vez implantado el cristianismo en el mundo romano, las representaciones que se situaban en el Scaenae, consideradas paganas, son prácticamente suprimidas y el teatro cayó en desuso hasta nuestros días, que, una vez restaurado, es escenario frecuente de grandes representaciones.

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  • Teatro romano de Cartagena: Uno de los más destacados restos del asentamiento romano en Cartagena, tenía capacidad para 6.000 espectadores, situándose tras el de Sagunto en uno de los mayores de Hispania. El emperador Augusto comienza con un ambicioso plan de romanización y urbanización de la ciudad, dotándola, además del teatro, con un gran foro. El teatro se dedica a Lucio y Julio César, nietos del emperador, y cuyos nombres podemos leer en dos grandes dinteles de mármol gris que hay sobre los accesos este y oeste. Para su realización se emplearon calizas, mármoles, areniscas y travertino rojo para las columnas. El mármol blanco que aún conserva procede de Grecia y seguramente estuviera tallado en talleres de Roma antes de traerlos a la ciudad.

Para su construcción se excavó en la roca del cerro de la Concepción, donde se situó su cávea, con diámetro de 87,6 metros, por lo tanto responde al tipo clásico que teatro que aprovecha la ladera, el resto de sus construcciones siguen el modelo propuesto por Vitrubio.

Su descubrimiento fue fortuito, y se lo debemos al catedrático de la Universidad de Murcia Dr. Sebastián Ramallo Asensio, que en 1998 se dispuso a construir el Centro Regional de Artesanía; paralelamente a los descubrimientos arqueológicos, se le encargó a Rafael Moneo la construcción del Museo del Teatro Romano, inaugurado en julio del 2008.

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El sistema de saneamiento del agua en Roma: la Cloaca Máxima

La costumbre de evacuar el agua de las ciudades la tomaron los romanos de los etruscos; sin duda, porque el agua llegaba a ser incómoda e insalubre y había que construir canalizaciones que evacuaran el agua residual y sanearan así el ambiente.  Al mismo tiempo, las canalizaciones de evacuación en su origen fueron una forma de desecar zonas pantanosas para incrementar los suelos fértiles y habitables en los pantanos que rodeaban las colinas de Roma, al tiempo que se reducían enfermedades como el paludismo y las fiebres.

El primitivo sistema de canalización no era muy eficaz, ya que en seguida se llenaba de residuos, además, pocas alcantarillas comunicaban con el sistema central de evacuación, por lo que desaguaban en pozos negros de los que emanaban gases como el metano o el sulfuro de hidrógeno que producían mal olor y explosiones; por último, cuando el río Tíber sufría una crecida, las alcantarillas no eran capaces de desaguar las aguas residuales, sino todo lo contrario, el agua del río podía llegar a rebosar por el alcantarillado.

En un principio utilizaron canales al aire libre y pozos, pero después utilizaron cuniculi, es decir, galerías como las de los “conejos”, imitando a estos animales que solían excavar galerías a distintos niveles de las que extraían los escombros y que servían como registros de limpieza y ventilación, creando auténticos laberintos; normalmente partían de una colina y con ligera inclinación llegaban hasta un valle o hasta un río. La primera gran cloaca romana, atribuida a Tarquinio el Antiguo, parece que sirvió más para avenar las tierras que para sanear la ciudad, atravesaba barrios palustres que desecó, provocando la extensión de la ciudad hacia lo que luego fue el Foro y el Velabro, barrios donde se llevó a cabo una enorme actividad comercial.  En el 520 a. C. Tarquinio el Soberbio renovó este canal de unos 800 metros, haciéndolo subterráneo y recubriéndolo con bóvedas; la obra debió ser bastante importante, ya que recogía el agua de las crecidas del río y de los torrentes de lluvia, al tiempo que evacuaba las inmundicias de esa parte de la ciudad.  Un hecho importante a tener en cuenta es que para evacuar el agua es necesaria una corriente de agua continua que empuje a estas aguas residuales, de manera que hasta que no se construyeron acueductos en Roma, la evacuación dependía el agua de lluvia y de las fuentes, por lo que en ocasiones el sistema se veía interrumpido.

De esta obra de Tarquinio el Soberbio surgió la Cloaca Máxima, que fue una reestructuración de un laberinto de desagües y galerías adaptada a una creciente ciudad. Construida en la Antigua Roma con el fin de drenar los pantanos locales y eliminar los desperdicios de una de las ciudades más pobladas del mundo antiguo, llevaba un efluente hacia el río Tíber, el cual corría a la par de la ciudad. El sistema original era un canal a cielo abierto que recogía las aguas de los cursos naturales descendentes de las colinas, drenando también la planicie del Foro Romano; este canal, algunas veces excavado por debajo del nivel del suelo, fue cubierto progresivamente debido a las exigencias de espacio del centro de la ciudad aunque algunas de las partes más bajas de la Cloaca Máxima parecen haber sido construidas originalmente bajo el suelo.

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La Cloaca Máxima se mantuvo en buen estado durante toda la época imperial. Por ejemplo, existen indicios de una inspección y trabajos de mantenimiento en la alzada de Agripa en el año 33 a. C. Los restos arqueológicos revelan intervenciones en épocas distintas, con diversos materiales y técnicas de construcción.

Algunos indicios señalan que quizás estuvo en funcionamiento hasta después de la caída del Imperio romano de Occidente. Los estudios arqueológicos han revelado evidencias procedentes de distintas eras que indican que los sistemas sanitarios recibían una atención periódica. En épocas más recientes, los pasajes aún existentes se han conectado a la moderna red de alcantarillado de Roma, principalmente para enfrentarse a la corriente contraria del río.

 

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La Torre de Hércules: la obra lumínica romana más importante

El origen de las señales marítimas se remonta a los primeros intentos de la navegación, en ese afán por explorar nuevas rutas para el comercio. Las señales geográficas de orientación se basaban en el reconocimiento diurno de accidentes naturales del paisaje como ensenadas o cabos.

Sin embargo, la monotonía de algunas zonas costeras impedían ser fácilmente identificables, por lo que aparecieron las primeras señales artificiales. Las más famosas fueron las columnas de Hércules.

A medida que el comercio fue creciendo se hacía necesario aventurarse a mayores distancias, por lo que las marcas ya existentes se hicieron insuficientes. Para ello, se utilizaban hogueras en puntos de fácil localización nocturna, para las cuales se construían estructuras, ganando así en elevación al mismo tiempo que las preservaban de los temporales. Estas estructuras fueron mejoraron conforme lo hacía la navegación.

Más tarde se colocarían superficies reflectoras para amplificar la luz, lo que permitiría que esta fuera localizable a mayor distancia, disminuyendo así el riesgo de encallar para las embarcaciones. Esta mejora llevó consigo la necesidad de que alguien cuidara del funcionamiento de las instalaciones para asegurar que el navegante estuviera protegido. Hoy en día los avances tecnológicos han hecho innecesaria la presencia permanente de los fareros, que antaño tenían su residencia en la misma edificación.

Tal era la relevancia de estas señales marítimas, que a veces los marineros les rendían culto edificando templos en su honor. Numerosas leyendas y costumbres antiquísimas rememoran la existencia de estos fuegos.

El origen de la palabra faro podría venir del griego “luz” o “brillo”, pero hay indicios para creer que los libios y kutitas ya habían construido torres de fuego a lo largo del bajo Egipto, por lo que una explicación plausible es la divulgación del nombre de la isla de “Pharos” en Alejandría, donde se erigió el faro más representativo de todos los tiempos.

El mayor ejemplo en España de estas obras lumínicas la encontramos en la actual La Coruña (antigua Brigantium): La Torre de Hércules.

La tribu que habitaba el occidente de la actual provincia coruñesa era la de los ártabros o arrotrevas, y a ella pertenecía la población asentada en la península en la que los romanos fundarían la ciudad de Brigantium, actual capital coruñesa. Los abundantes vestigios de época romana aparecidos en su subsuelo dan fe de una ciudad muy romanizada.

La Torre de Hércules fue construida como faro por los romanos, posiblemente hacia finales del siglo I y comienzos del II. De su primitivo aspecto hoy conservamos su interior revestido por un recubrimiento arquitectónico realizado a finales del siglo XVIII. A su pie, también se conserva una inscripción latina grabada sobre roca, hoy protegida por una pequeña edificación, en la que se recoge el nombre del posible arquitecto romano autor de la torre.

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Aún quedan muchas incógnitas sobre el origen y el aspecto primitivo de la Torre de Hércules, pero los datos hasta ahora suministrados y contrastados por la investigación científica (excavaciones arqueológicas, estudio de los paramentos arquitectónicos y de los métodos constructivos, documentación conservada) permiten asegurar que fueron los romanos los constructores del primitivo faro.

Por la inscripción conservada al pie de la Torre, sabemos que su constructor fue Gaio Sevio Lupo, con los datos actuales disponibles y sin tener certeza absoluta, se atribuye su construcción a la época del emperador romano Trajano que gobernó entre los años 98 y 117 d.C.

No conocemos con certeza como era su aspecto exterior. Pero tras las excavaciones arqueológicas realizadas en la base de la Torre, sabemos que contaba con un muro perimetral exterior y con una rampa o escalera de piedra que daba acceso a la plataforma superior. Tampoco conocemos con exactitud cómo sería el coronamiento romano de la Torre, pero por los datos conservados tendría una planta circular acabada en forma de cúpula con un hueco en el centro para salida de la luz y del humo que serviría de guía a los barcos.

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A lo largo de la historia ha sufrido varias modificaciones, siendo la más importante la realizada en 1785 por el ingeniero militar Eustaquio Giannini. El rey Carlos III creó el Real Consulado Marítimo de Galicia, y le encargó la restauración de la Torre a la que aplicó unos criterios científicos, demostrando un respeto total por la integridad del faro. El 27 de junio de 2009 fue declarado Patrimonio de la Humanidad ​por la Unesco.

 

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Tiempo de ocio en Roma: Las Termas

Uno de los mayores logros de los romanos fue la perfección en la construcción e instalaciones de sus baños públicos, adaptados de las termas que impulsaron los griegos y que posteriormente los romanos no sólo la copiaron, sino que la mejoraron.

Las termas se convirtieron no sólo en un hecho importante para la salud pública, sino en un bien común, un centro de reunión accesible a personas de cualquier condición. Y aunque existían las termas privadas, en su mayoría pertenecían al Estado. Los ciudadanos pagaban un módico precio por la entrada.

Las termas no eran sólo baños sino un conjunto lúdico y de ocio con diferentes edificios, gimnasios, museos, jardines, estadios y bibliotecas; era en el centro donde se encontraban propiamente los baños. Hombres y mujeres compartían los diferentes baños pero con diferente horario. También tenemos constancia de termas destinadas a hombres y mujeres pero en espacios separados.

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La terma romana tiene una estructura definida por su función. El apodyterium era, además de la entrada a la terma, la zona de vestuario de la misma. Después se pasaba a otra sala llamada tepidarium, que consistía en una sala templada que a su vez daba paso al frigidarium o al caldearium, salas de agua fría o caliente respectivamente. La sala caldearium se orientaba al sur para recibir de este modo la mayor cantidad posible de luz solar. Bajo el suelo de esta sala se hacía pasar una serie de tuberías por donde circulaba agua caliente. El frigidarium, sin embargo, solía ser una piscina abierta de agua fría.

Las termas se rodeaban de jardines y otros edificios con servicios para los visitantes como gimnasios, bibliotecas u otros lugares de reunión (laconium), todo esto con el propósito de proporcionar a los clientes un ambiente agradable. Estas termas disponían de gran cantidad de personal para su funcionamiento, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de grandes cantidades de agua caliente y para atender adecuadamente a los clientes.

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El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Sergio Orata. Su uso se difundió por el Imperio romano a toda Europa.

Las actuales ruinas de las termas romanas de Caracalla dan idea del gran tamaño del complejo termario que se extendía con servicios como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas alrededor del año 217, tenían un aforo de 1.600 usuarios. Las termas de Diocleciano, otras de las más importantes instalaciones de este tipo de la capital del Imperio, fueron remodeladas por Miguel Ángel, que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María de los Ángeles. Los restos termales romanos más antiguos de los que hay noticia a día de hoy son las termas de Pompeya datadas en el siglo II a. C.

 

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La obra de defensa romana: las murallas

La defensa de las ciudades ha sido uno de los principales asuntos con que las distintas culturas se enfrentaban para asegurar el porvenir, no solo de sus habitantes y pertenencias, sino también de su cultura y forma de vida. Las inquietudes y ambiciones de Roma como Imperio requerían de una protección infalible de sus ciudades a fin de conservar el orden y prolongar el porvenir de tan importante legado. Los romanos también destacaban en ese campo de la ingeniería, tanto en los muros edificados en la estabilidad, calma interior y seguridad de la Pax Romana del siglo I, hasta las construidas en el siglo III a V, en la desestabilidad económica y el desmoronamiento imperial a manos de los bárbaros.

Estos muros solían consistir en dos paramentos paralelos de sillería “opus quadratum” de tamaño variable, y entre ellos un relleno de mortero, piedras e incluso de hormigón romano. Estas paredes exteriores, a veces tenían los sillares almohadillados, y estaban separadas por 4 m. como mínimo, llegando a los 10 m. es ocasiones excepcionales.

En España tenemos múltiples ejemplos, casi todos de los primeros años de dominación (Siglos I- II a.C.) y muchos de ellos restaurados o remodelados, que atestiguan la importancia que estas edificaciones tenían en el mundo romano. Hablaremos a continuación de dos de las más importantes murallas en territorio español:

  • La muralla romana de Lugo es el mejor ejemplo de arquitectura militar defensiva que existe actualmente en la Península Ibérica. Tiene la particularidad de ser la única muralla romana que sigue en pie en su totalidad en todo el mundo romano. Si bien por tamaño no era ni de lejos de las más grandes de los dominios romanos, su importancia radica en que todavía se mantiene en pie en toda su circunferencia. Por ello, por ser el único ejemplo en pie en su totalidad de todo el mundo romano de este tipo de edificación, fue declarada en diciembre del año 2000, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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La muralla de Lugo se edificó en un momento de gran necesidad. En el siglo III, en plena crisis imperial, las ciudades de todo el mundo romano se comenzaron a fortificar. La muralla de Lugo se construyó entre el siglo III y el siglo IV, si bien a veces se aproxima las fechas entre a mediados del siglo III y finales de ese mismo siglo.

La construcción de la muralla curiosamente dejó barrios fuera de sus muros y de forma irónica, intramuros quedó un pequeño cementerio (ya que se encontraron restos humanos en excavaciones modernas dentro del recinto), algo muy extraño ya que éstos solían quedarse siempre fuera de los recintos fortificados. La obra se hizo en un único proyecto, gastándose grandes cantidades de dinero. Se piensa que no sólo fue una estructura defensiva, sino que también tenía ciertos toques de grandeza debido a la importancia que Lugo, llamada Lucus Augusti en época romana, tenía en el noroeste de la Península (tras Braga, era la ciudad más importante de esta región). Dentro sin embargo, quedaron los principales edificios de la ciudad (foros, templos, mercados…) además de viviendas o talleres. Curiosamente la ciudad creció extramuros de forma posterior a la construcción ya en el siglo IV.

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  • La Muralla romana de Zaragoza: A finales del siglo I a. C., tiene lugar el asentamiento de una colonia inmune romana por parte de Augusto en el lugar que actualmente ocupa la ciudad de Zaragoza, recibiendo el nombre de Caesaraugusta. Con la aparición del nuevo emplazamiento, surgía, al mismo tiempo, una necesidad de defensa militar, por lo que, desde sus primeros días, el emplazamiento se rodeó de unas murallas que le permitían resistencia y protección ante cualquier ataque enemigo. Es destacable la función que estas murallas desempeñaron, especialmente durante la crisis del siglo III d. C.

En la construcción de la muralla se emplearon como materiales alabastro y caliza labrados en sillar para configurar las partes exteriores. El interior de los muros se rellenó, por su parte, con el típico material romano del opus caementicium. La muralla se abría, a lo largo del recorrido, en 4 puntos, con el fin de posibilitar el acceso a la ciudad.

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Estas estructuras defensivas se seguirán utilizando durante toda la edad media, desarrollando, con más fuerza si cabe, su misión fundamental: proteger y mantener la seguridad de la ciudad. La muralla va poco a poco desmantelándose, construyéndose edificios fuera de ella. En otras ocasiones quedan integradas dentro de la estructura de las casas que se van construyendo de forma aledaña a la misma, pasando a integrar parte de los muros de estas.

Han sido hallados restos seguros o probables de la muralla en hasta 36 puntos distintos del recorrido de la misma. En algunos casos han sido destruidos y en otros han quedados enterrados bajo tierra. Sin embargo, sí que se pueden contemplar restos de muralla hasta en 12 puntos de su recorrido. No obstante, no se conoce con seguridad si los restos pertenecen a la primitiva muralla romana o, por el contrario, son fruto de reconstrucciones, en todo caso llevadas a cabo por los romanos, en épocas más tardías.

 

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Todos los caminos llevan a Roma: Las calzadas romanas

El Imperio Romano se  preocupó  de construir una extensa red de carreteras; esta red de transportes abarcaba un enorme recorrido desde el Océano Atlántico al Mar Rojo, pasando por las Islas Británicas o el Mar Negro.

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La extensa red de calzadas construida por lo romanos no sólo sirvió para que el ejército pudiera desplazarse rápidamente: facilitó el movimiento de los ciudadanos y el transporte de mercancías de los comerciantes. Las calzadas permitían el rápido movimiento y traslado de las tropas romanas de una a otra parte de su Imperio; únicamente de forma secundaria esas mismas calzadas facilitaron el transporte de mercancías.

Las calzadas fueron realizadas sobre caminos que ya existían, pero exigen un gran trabajo de drenaje, excavación, aplanamiento, etc., hasta su aspecto final con empedrado. Las calzadas tienen un sistema de construcción que fue descrito por Vitruvio en su obra De architectura:  para comenzar su construcción, se definía el trazado y se marcaban dos surcos paralelos separados 2,5 metros; se excavaba el espacio entre los surcos y se llenaba el hueco con cuatro capas de distintos materiales; las capas eran las siguientes: primero el statumen (grandes cantos rodados), luego el rudus (cantos rodados de tamaño medio), seguidamente iba el nucleus (grava mezclada con pequeños cantos rodados) y por último el pavimentum (grandes losas planas).

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Existían distintos tipos de calzadas: las más importantes eran las Viae Publicae, que estaban pavimentadas, construidas y mantenidas por el Estado, con la colaboración de las ciudades y propietarios de los terrenos que atravesaban.  La gestión de las calzadas estaba dirigida por el curator viarum, un funcionario del Estado encargado de que la ejecución de la obra se llevara a cabo según el proyecto y también de la conservación y reparación de la misma. Estas vías recibían también el nombre de Vías Pretorianas, Consulares o Militares.
También estaban las Viae Vicinale, que no se pavimentaban y se limitaban a un prensado de la tierra; por último nos encontramos con las Viae Privatae, que eran vías de carácter exclusivamente privado; unían las principales propiedades o villae, con las vías públicas o vecinales. Estas calzadas estaban financiadas en su totalidad por el propietario quien era el único que tenía derecho a su uso y disfrute.
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A lo largo de una calzada romana se situaban distintos elementos claves para el correcto funcionamiento de estas; los «miliarios» eran piedras con inscripciones en los que se indicaban la milla en la que uno se encontraba dentro de una determinada vía. Una Mutatio era una estación de descanso situada cada 10 o 15 km que servían para descansar y prestar servicio a los animales empleados como transporte. En ellas se cambiaban los caballos para tomar otros mientras se aprovechaba también para reparar los vehículos o carros dañados durante el viaje. Para concluir, definimos una Mansio como las paradas oficiales en las calzadas romanas que fueron adaptadas para acomodar a viajeros de toda condición; pueden considerarse el precedente de las posadas y paradores.
En la Península Ibérica nos encontramos con importantes calzadas romanas: podemos destacar entre todas ellas la Vía de la Plata (desde Mérida hasta Astorga), la Vía Augusta (desde los Pirineos hasta Cádiz) o la Vía Atlántica (desde Lugo a Huelva).
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La obra maestra de la ingeniería romana: los acueductos

Los acueductos romanos están entre las obras de ingeniería más extraordinarias de la historia. En época romana los poblados y ciudades se construían y fundaban alrededor de lugares donde hubiera agua, independientemente de que fuera ríos, manantiales lagos o pozos, así se aseguraban el abastecimiento de este bien indispensable en la zona.

Roma no fue una excepción; en un principio, el río que suministraba agua a Roma era el río Tíber, así como los manantiales y pozos cercanos. Pero a partir del siglo IV a.C., Roma creció considerablemente y con ella la necesidad de aumento de agua.

Puesto que había pocas casas con agua corriente, los romanos edificaron gran cantidad de baños termales, tanto públicos como privados. El primer baño de la ciudad se alimentaba del Aqua Virgo, un acueducto inaugurado en el año 19 a. C. cuyo constructor fue Marco Agripa, quien dedicó gran parte de su fortuna a mejorar y ampliar el sistema de suministro de agua de Roma.

Por lo tanto, ¿qué son los acueductos?, estas estructuras son las que permitían  la circulación del agua por un valle sin interrumpir su recorrido, aunque finalmente la palabra ha terminado denominando a todo el conjunto. Los acueductos más representativos son los del Pont du Gard en Nimes, Francia, el de Segovia o el acueducto de Los Milagros en Extremadura (imagen).

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Seguramente al escuchar la palabra acueducto se nos vengan imágenes a la cabeza de grandes hileras de arcos de gran longitud y tamaño, pero la realidad es que en su gran mayoría estos acueductos romanos eran subterráneos, ya que esto derivaba en un coste menor de la obra y mayor facilidad de mantenimiento.

Entonces, ¿porqué se realizaban estas obras si su coste era tan elevado?, la respuesta es muy sencilla, los romanos tenían un estudio muy elaborado del terreno, por lo que estos arcos servían para salvar los accidentes geográficos que el terreno suponía en muchas de las ocasiones.

Para construir estos acueductos, los romanos realizaban anteriormente una serie de estudios, como pueden ser la cantidad, calidad y sabor del agua; una vez aprobada la fuente de la cual tomarían el agua para llevarla a las ciudades, se llevaba a cabo una evaluación sobre la ruta que desempeñaría, así como la inclinación (punto fundamental del éxito del canal), la anchura y la longitud.

Para finalizar os dejo una imagen en donde podemos observar un ejemplo de cómo utilizaban estas acueductos para salvar las problemáticas que suponía en algunas ocasiones el terreno por el que transcurría el canal.

Acueductos

Os dejo un vídeo sobre la construcción de algunos acueductos romanos, destacando sobre todos ellos el de Pont du Gard, espero que disfrutéis de la explicación y que os sirva de complemento a esta entrada.

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PRESENTACIÓN DEL BLOG

¡Bienvenidos a todos! en este blog trataré sobre las diversas obras de infraestructura romanas, principalmente en su historia, construcción, formación y ejemplos más representativos dentro de la Península Ibérica, intentando ilustrar con fotografías y vídeos para completar la información que a lo largo de las próximas semanas iré publicando.

En él hablaremos sobre las distintas obras civiles creadas en edad romana (acueductos, termas, calzadas…) así como las obras civiles pertenecientes a la época, deteniéndonos en ocasiones en su influencia, evolución e impacto que tuvo dentro de la sociedad romana, así como en su legado a través del estudio de los restos arqueológicos que han llegado a nosotros a día de hoy.

Espero que disfrutéis y aprendáis algunos aspectos básicos sobre la gran cultura material romana; a su vez, si necesitáis alguna aclaración u opinión sobre algún tema, siempre podrá contactar conmigo a través de las distintas redes sociales compartidas en el blog, toda ayuda y aportación será bien recibida.